Ya casi está nuestra preciosura del libro.

Nuestro editor estrella aún tiene algunos pendientes para que yo pueda colocar mi libro en el estante de mi casa. Ya tiene el manuscrito corregido, ahora necesita manufacturar el libro, y para lo anterior, se pasa por tres procesos:

Composición. En ésta parte se arreglan las palabras para que en la impresión puedan ser reproducidas. Para eso se obtiene un negativo el cual se lleva al lugar donde se va a imprimir, pero existen varios tipos de composición que en un momento aclararemos.

◦ Manual: es el método más económico pero es lento y las piezas se desgastan por lo que la calidad disminuye.

◦ Monotipo: se utiliza una pieza de metal para cada letra, se emplea cuando en un libro son necesarias las fórmulas matemáticas o que en ciertas partes aparezcan letras o signos ortográficos que no se emplean en el idioma que está el manuscrito.


◦ Linotipo o intertipo: se producen líneas completas pero cuando una está mal, es necesario volver a fundir un renglón completo para corregir.
Linotipo

◦ Fotocomposición: se reproducen los caracteres pero en una película fotográfica, es decir, se pone como si fuera una imagen.

◦ Desktop publishing: para este tipo es necesario un software preciso, es ya un proceso de multimedia en el cual se integran distintos procesos tecnológicos que permiten el reacomodo de las páginas vistas en una pantalla de computadora. Resulta relativamente económico, es decir, ya que se hace la inversión de una computadora y de programas especializados, permite tener una calidad semejante a la de los métodos manuales.


Impresión. Como mi EPSON chafita hace con mis trabajos para la escuela, el proceso de impresión de un libro consiste, básicamente, en eso; poner tinta en un papel. Pero no es taaaaan fácil como se lee, existen varios tipos que en un momento veremos.

◦ Impresión directa con tipos metálicos (letterpress): la tinta se coloca en la superficie de los tipos que está elevada y así es como se pasa del otro lado. Gracias a la impresión offset, mediante este proceso ahora resulta mucho más fácil reimprimir un libro.

◦ Litográfica: la impresión se hace a través de una placa plana. Se reproduce la imagen de las letras sobre una placa y la tinta se pega sólo en la parte donde están los símbolos.

◦ Sin presión: también se llama “xerografía” porque las máquinas marca Xerox son las más conocidas. Se utilizan imágenes electrostáticas para este tipo de impresión, y la ventaja es que se pueden imprimir pocos ejemplares si que el costo sea muy elevado.

◦ Serigrafía: tiene el mismo proceso de cuando “imprimía en serigrafía” playeras en mi prepa. No es muy recomendable para libros, más bien se utiliza en carteles, o para las ilustraciones pues resulta más económico.



Serigrafía

Encuadernación: uff, ya casi tenemos a nuestro precioso libro, esto es como su piel, es decir, lo que a simple vista podemos ver, o lo que cuando vamos a una librería es lo primero que sentimos al tomarlo. Pero también comprende el proceso de “acomodar” las hojas, es decir, cortar y poner en el orden correspondiente.

◦ Americana: se utiliza para las versiones económicas o para los libros de bolsillo. Y es simplemente arreglar las ojas ya cortadas, ponerle pegamento a la parte del lomo y presionar para que se pegue bien bien.

◦ Rústica: es la encuadernación media, hablando de costos. Se perforan las hojas en la parte del lomo donde se le aplica pegamento y se prensa.





Como aprendimos con anterioridad, un libro es mucho más que el manuscrito. Si bien lo que importa es el contenido, se debe tomar en cuenta una serie de aspectos para hacer leíble el texto.
En esta ocasión, Zavala en su texto El libro y sus orillas nos muestra las partes de un libro y las distintas maneras que lo conforman.
Todo lo siguiente es un supuesto, es decir, el creativo diseñador propone ideas pero quien tiene la última palabra es nuestro editor estrella dependiendo del presupuesto y alcances que quiera proyectar.

Comencemos con lo primero que salta a la vista cuando entramos a una librería.



                                                       Contraportada / cuarta de forros       Cubierta / primera de forros



Cubierta o primera de forros: es lo que comúnmente, y por cierto de una manera errónea, solemos llamar portada. Aquí es donde se encuentra la información básica del libro: autor(es), título, volumen o tomo y editorial.

Segunda de forros: por lo general va en blanco pero en algunas ocasiones tienen “solapas” donde se anuncian otras obras del autor o la biografía de este.

Páginas falsas: son la 1 y la 2 que aunque suelen ir en blanco, se cuentan para la enumeración del folio.

Falsa portada, anteportada o portadilla: es la página 3 donde por lo general sólo se escribe el nombre de la obra y el autor.

Contra portada o frente-portadilla: página 4 que va en blanco.

Portada: página 5 y es donde se exponen los datos de la obra, si bien en la primera de forros sólo se asientan algunos por una cuestión de estética, en la portada se pone, además de los ya nombrados, los otros: autor(es), título, subtítulo, colección, editorial, año, traductor, entre otros.

Página legal: página 6 donde se establecen todos los datos que por ley debe tener un libro: quien tiene los derechos de autor, los datos de la primera edición así como las reediciones, el IBSN, los datos completos de la editorial, el año, y el lugar de impresión.

Epígrafe o dedicatoria: página 7. Usualmente son breves.

La página 8 está en blanco para empezar el texto en la 9, es decir, en página impar.

◦ Los
índices pueden ir al principio o al final del texto.

Colofón: va al final y contiene datos como el tiraje que tuvo ese libro, así como los datos de la impresión como el lugar y la fecha.

Tercera de forros: es similar a la segunda de forros donde puede estar en blanco o tener solapas para anunciar obras del autor o de la colección.

Cuarta de forros o contraportada: es lo que solemos leer para saber de qué trata el libro. Es un ultraresumen del contenido y en ocasiones se pone una biografía del autor o comentarios de gente del medio.

Los aspectos anteriores son dependiendo del editor, pueden variar.


Dentro del texto existen varios aspectos que son arbitrarios según el estilo de la editorial o el “ojo” del editor. Se debe tomar en cuenta, que un libro debe ser legible y estètico a la vista.

Mancha o caja: es el cuadro donde están las palabras. Es lo que a simple vista parece una mancha. Folio: es el número de página. Márgenes: los hay superior, inferior, de lomo o de corte. Interlineado: el espacio entre los renglones. Cornisa: la información básica del libro que puede encontrarse en cada página, como el nombre de la obra, el nombre del capítulo o el autor.




Lo anterior dependerá del editor, aunque el diseñador podrá opinar, sólo tiene la voz pero nuestro editor estrella tiene el voto.
Entre más espacio entre los márgenes y el interlineado exista, más costoso será el libro por el asunto del número de hojas que se necesitarán. Pero a pesar de querer hacer más económico, deberá contener funcionalidad con estética.


Después de haber corregido el manuscrito y dejarlo sin errores, viene el siguiente paso para el libro. El momento para dejarlo her.mo.so, porque muchas veces, “de la vista nace el amor” y para esto se necesita el apoyo de un experto: el diseñador.

Nuestro creativo diseñador debe tomar en cuenta varios aspectos antes de crear la imagen del manuscrito.
Costos: es necesario que el editor lo ponga al tanto en este rubro ya que de eso depende el tipo de papel, el tamaño de los márgenes y los elementos tipográficos.
Público: haciendo un estudio de los posibles lectores podrá distribuir imágenes, entre otras cosas. Es distinto para un manual de matemáticas que para un libro infantil.

A pesar de los aspectos anteriores, el diseñador tomará en cuenta que el libro es una mercancía que necesita ser vendido, por lo que debe dejarlo atractivo, legible y en condiciones para que el lector se sienta atraído sin olvidar las limitantes en los costos.

Cuando una persona entra a una librería, se encuentra en un mundo repleto de libros entonces el diseñador debe hacer que el posible lector se enamore a primera vista de un texto. Es por lo anterior que la portada es lo que abre el apetito del posible comprador.

La portada de un libro puede variar dependiendo del público al que irá dirigido. Pongamos el ejemplo de Cien años de soledad, Editorial Diana lo sacaba en una edición económica en la cual la portada era blanca con un pequeño dibujo y la pasta blanda. Cuando Ediciones Alfaguara lo sacó, lo hizo con pasta dura y muchos colores en la primera y cuarta de forros –entre muchas más diferencias-.




  • Analiza becaria del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM la obra más importante del autor Federico Gamboa.
  • La conferencia formó parte de los homenajes al autor mexicano al cumplirse 70 años de su muerte

México, DF a 21 de febrero de 2009.- Santa, la obra más celebrada del capitalino Federico Gamboa encontró hoy al mediodía, un espacio en el Palacio de Minería al ser analizada por Ismene Mercado García, licenciada en Lengua y Literatura Hispánica, quien resaltó aspectos importantes de una de las obras más importantes de la literatura mexicana del siglo XX.

Señaló que lo primero que le llamó la atención de la obra de Gamboa fue la cercanía y el reconocimiento de los lugares que describía y la manera en que iba formando los pasajes de su obra a través de meticulosas descripciones del libro, característica principal del naturalismo de finales del siglo XIX, corriente a la que el mexicano pertenecía.

Apoyándose en su texto titulado Metáfora de una caída la conferencista mencionó que Santa, no sólo fue celebrado por la crítica, sino que, también obtuvo una respuesta favorable a nivel de ventas, tanto que puede considerársele como el primer éxito editorial en México al tratarse de una obra que desde su primera publicación hasta el día de hoy ha sido referente de la literatura mexicana.

“Santa tiene un tono casi documental, logra una sensación de paneo, hay un realismo impresionante en la obra y, sin embargo, está cargada de simbolismos que han provocado una enorme cantidad de investigaciones sobre la misma”, mencionó Mercado García. La expositora acompaño su análisis con fragmentos de la novela que se dio la oportunidad de leer, con los cuales se reafirmaba la manera descriptiva del estilo de Gamboa y que sirvió, además, para deleitar a los asistentes en el Auditorio Sotero Prieto.

Así fueron pasando fragmentos de la obra fundamental de Gamboa, se mencionó a Hipólito, Marcelino, Jarameño, Chimalistac, la cantina, el burdel, todos los escenarios pintados por Gamboa, a veces coloridos y, otras tantas, lúgubres. Y continuó con los simbolismos dentro de la obra al referirse a la belleza e inocencia de la protagonista destruidos por el comercio y la modernidad, una manera de reflejar la preocupación que sentía Federico por los cambios drásticos de principios de siglo.



Mercado García concluyó su ponencia refiriéndose a que la importancia del personaje no se limita únicamente al aspecto literario, sino que encuentra en sus adaptaciones cinematográficas un referente que continua siendo representado, una vigencia del arquetipo que representaba un mundo deseado y prohibido a la vez, para posteriormente citar a José Emilio Pacheco que alguna vez comentó, “Santa es una lectura decente para asomarse al mundo de lo indecente”.


La mayoría de las personas dicen que para escribir bien es necesario leer. Y ésta afirmación obliga al editor tener un flamante libro, y es por esto que se requiere una ultracorrección.

Existe un problema en cuanto a la ultracorrección. Si bien hay ejemplares dispuestos a ayudarnos a expresarnos correctamente, la realidad es que el habla de las poblaciones muchas veces no son iguales a lo estipulado.

Por lo anterior, el corrector debe lidiar con ese conflicto; ponerlo como en realidad es, o como la gente lo entenderá. Es el mismo caso de muchos de los comunicadores en los medios de comunicación, quienes hacen un mal empleo de la lengua pero lo hacen de la misma manera que el público para un mayor entendimiento.

El habla del mexicano está compuesta, hoy en día, por palabras que no son de nuestro idioma. Sobre todo en cuestiones técnicas, se adoptan palabras en inglés y es aquí cuando los correctores deben decidir cómo ponerla en un libro.

El producto que usamos para lavarnos el cabello es conocido como shampoo y en México pronunciamos la palabra como si habláramos inglés, a diferencia de los españoles quienes lo escriben y lo leen como champú.


No podemos ser fatalistas y pensar que nuestro idioma está en decadencia por “aceptar” tecnicismos, conceptos o palabras prestadas; pero sí debemos tomar en cuenta que el castellano tiene una riqueza en cuanto a vocabulario, y complejidad.

Debemos entender que el castellano de hoy en día se ha vuelto una mezcla de muchas palabras “prestadas”. Pero eso no influye en nada más que en la concepción del que utiliza el idioma. Es necesario saber cómo se dicen en nuestro idioma palabras que utilizamos de otros.

El habla cambia dependiendo de la región, el nivel económico, la escolaridad, la edad, el género, entre otros. Y es por lo anterior que en los libros se hace una selección entre cómo se nombra a un solo concepto para darle la intención que se quiere.

Maricón, joto, gay, homosexual, puto, son algunas de las formas que los mexicanos utilizamos para referirnos a alguien que le atraen personas del mismo género. Y el nombrarlo de alguna manera no es indistinto, tiene que ver con los aspectos del párrafo anterior.

Aunque hemos visto en las lecturas anteriores, nuestro editor estrella no puede ser un todólogo, no puede manejar tantas cosas. Es por lo anterior, que ya cuando un manuscrito tiene luz verde para convertirse en un libro, es necesario que pase antes por un corrector.

La labor que realiza el corrector, es sobre el manuscrito. Es quien lo enchula, osea, hace que las ideas plasmadas por el autor sean comprensibles en todos los aspectos para el lector.



Además, el corrector es quien toma, en esta parte del proceso, las riendas del manuscrito y es quien debe tener contacto con el autor, el traductor, el tipógrafo, el diseñador y el dibujante.

Aunque los autores sienten que su preciado manuscrito es absolutamente perfecto, el editor debe mandarlo a un corrector para que este, conocedor de lo que hace, corrija todos los aspectos de la forma de escribir, para así, convertirlo en un flamante libro.

El corrector debe tomar en cuenta una serie de aspectos para pulir el manuscrito:
Legibilidad: esto es si el manuscrito está escrito a mano por el autor, y en este aspecto, debe hacer que sea entendible cada letra para facilitarle el trabajo al tipógrafo. Con la máquina de escribir y la computadora, éste paso se elimina.

Unificación: es verdad que existen varias formas de escribir una palabra, para este paso, es necesario unificar en el libro la escritura. Por ejemplo: obscuro y oscuro.

Ortografía: aunque la educación básica hace su mayor esfuerzo para que tengamos una ortografía impecable, en muchas ocasiones esto no funciona. Así que se debe checar para que no existan faltas ortográficas. Y hoy en día, con la maravilla de Word, imaginamos que nos marcará todas las faltas, pero aún no lo programan para ser selectivo, por ejemplo, no marca los errores en cuanto a los verbos en pasado se trata.

Trasliteración: este aspecto se refiere a cuando un libro se traduce. Es necesario que no sólo lo hagan de idioma, sino también, debe tomarse en cuenta el aspecto cultural.

Veracidad de la información: en este punto, es también el trabajo del corrector, el verificar los datos que el autor exponga, pero nuestro flamante corrector, no podrá detenerse en esta cuestión.

Ya cuando el corrector decide que está completo, se lo regresa al autor para que revise el manuscrito y así, continuar el proceso del libro.

En el mundo de los alfabetos todos tenemos algo que escribir, y el siguiente paso es que en el escritorio de nuestro editor estrella haya una pila interminable de manuscritos. Por lo anterior, es necesario que exista un filtro para lo que no es publicable.

Para que nuestro editor estrella pueda determinar cuáles manuscritos son posibles candidatos para ser publicados, es indispensable que tenga un bagaje respecto al tema pues así, no le dará el sí a un texto que es un refrito.



Ya cuando hizo el primer filtro de los manuscritos, el editor se lo entrega a un consultor quien es un especialista del tema o quien hacer observaciones las cuales convierten una obra buena a sobresaliente.

Como dice un dicho gringo, time is money, la editorial necesita manuscritos para convertirlos en libros. Pero el editor estrella, con sus múltiples ocupaciones como lo vimos en textos pasados, no puede estar buscando textos para publicar, es por esto que existen los agentes literarios.

El agente literario es quien propone manuscritos a las editoriales, al igual que el editor, estos representantes de los autores tienen suficiente colmillo para saber qué texto va a vender y cual no, y así estos últimos son rechazados. Son, en la gran mayoría de los casos, el enlace entre el autor y la editorial, aunque trabajen para el creador de la obra y para el editor.



En algunas ocasiones, se les pide textos a autores. Éstas situaciones se llevan a cabo con personajes ya conocidos. En México, el caso claro de esto es Carlos Monsiváis, quién tiene escritos en muchas publicaciones; es quien suele hacer los prólogos de los libros y colaborar en un gran número de ediciones periódicas.